La sombrerería no solo es un espacio donde hablar de sombreros, también tiene un lugar reservado para el arte, y como demostramos en ocasiones anteriores, en especial para la literatura. En este caso Ana Laura nos mandó este texto através del Facebook, y con su permiso lo publicamos hoy aquí.
SOMBREROS
de Ana Laura Calixto Reyes
México D.F.
«Donde no hay cabeza, no hace falta sombrero»
Por alguna extraña razón siempre me han gustado los sombreros. Son como máscaras sin ser máscaras y cubren la cara sin cubrirla. Se puede cambiar de identidad usando un sombrero, quitándose un sombrero, o viendo cómo una tercera persona usa o se quita un sombrero. Esto se debe, básicamente, a que los sombreros tienen más personalidad que los seres humanos, cosa curiosa teniendo en cuenta que son éstos últimos quienes dan vida a los primeros.
Pocas cosas son tan pornográficas como una cabeza desnuda. Después de todo, nuestra cabeza es lo más importante que tenemos, y mostrarla así en público, sin pudor alguno, es explícito en exceso.
Imaginen que un día salen a la calle y todos están desnudos, o dicho de una manera más coloquial, con las pelotas en el aire. ¿Qué sentirían? Pues eso que ustedes sentirían es lo mismo que yo siento día con día, cada vez que veo todas esas cabezas desnudas, caminando por aquí y por allá, saltando, moviéndose en distintas direcciones. Casi diríase que me siento acosada. La primera vez que vi a un muchacho con los pelos parados me sonrojé en seguida y me sudaron las manos. ¿Cómo se atreve a salir así a la calle? Su exhibicionismo rayó en lo descarado y me hizo soñar cosas extrañas.
Imagino cómo será la primera vez que vea al amor de mi vida. La imagen que tengo es la siguiente: tarde nublada y fría, yo caminando viendo el piso, él caminando viendo el cielo, yo con algo en la cabeza, él también. Chocamos. Nos miramos. Nos enamoramos. Seguimos nuestro camino.
Para ese entonces él tendrá 75 años y yo 66. Nunca nos volveremos a ver, pero sabremos que yo soy la mujer de su vida y él es el hombre de mi vida. Sabremos que somos lo que siempre buscamos. Y recordaremos esa cosa que llevábamos en la cabeza hasta el día que el cáncer, la diabetes, o las reumas, nos ganen la batalla. Moriremos sin habernos tomado de las manos y sin habernos visto la cabeza. Moriremos felices.
Qué emocionante; es el poder mágico del sombrero…Me he permitido hacer un enlace desde consombrero.com.
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